Eran cerca de las tres de la tarde cuando el cielo desató la tormenta sobre la ciudad. El tráfico era denso para entrar al centro histórico, me preocupaba que el viento y granizo que chocaban contra el parabrisas hicieran que los que ya estaban en la Plaza de la Constitución desistieran. Incluso a mi me hizo dudar, pero intuí que la certera necesidad de un cambio podría más que unas cuantas gotas de lluvia. Tuve que rodear varias calles para encontrar un estacionamiento que aun tuviera espacios disponibles. Una hora después, logré estacionar mi auto a varias cuadras de la plaza y, con carteles en mano, emprendimos el trayecto. Ya había escampado, las aceras estaban bañadas con el matiz dramático que deja una tormenta al pasar, era hermoso. Avanzamos una cuadra desde el estacionamiento y nos encontramos con varias personas que se dirigían al mismo destino. Me fascinó la diversidad de los grupos que avanzaban a nuestro lado. Cuando llegamos a la quinta calle una sensación abrumadora me erizó el cuerpo: la fuerza sonora de la multitud. Pude ver estudiantes, ancianos, niños, parejas y familias enteras, parados con la mirada apuntando hacia Palacio Nacional para exigir una renovación de nuestro sistema político, todos estamos cansados de la corrupción.
A pesar de que los motivos que nos tenían allí reunidos no eran agradables, el ambiente si lo era. Saludé a varios amigos artistas que, con una sonrisa, bajaron sus carteles para estrecharme la mano. Me alegró ver tantas personas, todas con el afán de construir un mejor país. Entendimos que juntos somos una fuerza imparable, dejamos la indiferencia y los miedos guardados en el baúl de las últimas dos décadas, salimos a la calle tomados de la mano para poner un alto a las prácticas que nos habían estado destruyendo. La historia nos ha dejado varias lecciones, también sabemos que un mejor mundo no se construye por las armas ni la violencia, somos una nueva generación y tenemos otras herramientas para crear cambios. Entendí las sabias palabras del Quijote: “Cambiar el mundo, amigo Sancho, que no es locura, ni utopía, sino justicia”. Esta es una oportunidad para generar nuevas oportunidades y no solo se trata de la “R” o el caso de la Línea, debemos modificar nuestras prácticas como miembros de la sociedad, olvidémonos de la indiferencia y apuntemos por la cultura. Quizá los cambios tarden varias décadas en manifestarse de forma evidente, pero tengo la certeza que este #M16 dimos otro gran paso.